Cada 15 minutos una mujer se entera de que tiene cáncer de mama en España. Se diagnostican 36.000 casos al año. “El 80% supera la enfermedad, pero te lo voy a decir así de crudo: tú perteneces al otro 20%”, recuerda María, de 60 años, que le dijo su doctor cuando en 2012 le comunicó que tenía cáncer de mama metastásico, incurable en la actualidad. Pese a la dureza del diagnóstico, existen nuevos tratamientos paliativos encaminados a prolongar la supervivencia y a mejorar la calidad de vida. Guadalupe, de 48 años y que también pide que no se publique su apellido, se considera una privilegiada porque convive con esta enfermedad desde 2016. En el Día Mundial del Cáncer de Mama Metastásico (13 de octubre), resume así su realidad atravesada por la incertidumbre: “Estás en una cuerda floja constante”.
La metástasis aparece cuando el cáncer se disemina a cualquier parte del cuerpo distinta de donde comenzó. Dos de cada tres mujeres con este diagnóstico fallecen a los cinco años, según la Sociedad Americana de Oncología. Sin embargo, la oncóloga del hospital Ramón y Cajal Noelia Martínez-Jáñez cree que los datos observados en las consultas actuales son distintos gracias a los tratamientos desarrollados recientemente que mejoran la supervivencia real. “Estoy segura de que los nuevos medicamentos y los anticuerpos inmunoconjugados actuales y en desarrollo van a cambiar el paradigma de estas pacientes”, recalca.
María calcula que se sometió a, al menos, siete procedimientos diferentes para controlar la expansión. “El tratamiento funciona hasta que el cuerpo se hace inmune y el tumor vuelve a crecer”, explica Guadalupe. Las células malignas, a veces, se vuelven resistentes. “Puede dejar de ser eficaz, también, por la toxicidad del medicamento” añade María. Ambas visitan a su oncóloga periódicamente. “Hoy me dan unos resultados positivos, pero en la siguiente revisión quién sabe”, cuenta Guadalupe mientras se muestra preocupada por, si su tratamiento falla, existirá otro que le resulte efectivo. No lo puede saber hasta que lo pruebe en su organismo. “Nunca te dan un plazo, pero la sensación de que tienes un límite es constante”, detalla.
Martínez-Jáñez, que trata a ambas pacientes, explica que cada vez debutan menos mujeres con cáncer de mama metastásico en el primer diagnóstico. “Estos casos representan el 5%”, detalla. Se debe al aumento de los protocolos preventivos y los cribados. La mayoría de las pacientes presentan metástasis cuando, después de haber finalizado el tratamiento de un cáncer de mama, aparece una recaída a lo largo de los años. Guadalupe es una de ellas. Le detectaron la enfermedad en 2014, se trató con quimioterapia y tuvo que someterse a una mastectomía bilateral, es decir, a la extracción de los dos pechos. También, le extirparon los ovarios. “Terminé el proceso y me reconstruí las mamas, pero no me dio casi tiempo a celebrarlo”, lamenta. En 2016 se notó un bulto en la cabeza. La metástasis fue localizada en su hueso del cráneo. “Sabía que podía pasar, nunca piensas que has acabado”, relata. Por su parte, María dio la voz de alarma en el hospital cuando en 2012 vio una pequeña mancha rosácea en su pecho. Era cáncer de mama. Tras pasar por un tratamiento de quimioterapia, otro de radioterapia y una extirpación de un pecho, la lesión cutánea regresó. Anunciaba una metástasis.
La doctora insiste en el avance de la investigación para facilitar la convivencia con la enfermedad incurable. Hay varios tratamientos en uso que han supuesto una revolución. “Se aplican en función del subtipo tumoral de la paciente”, explica Martínez-Jáñez. La inmunoterapia estimula el sistema inmune para que reconozca y destruya las células cancerosas de manera más eficaz, los inhibidores de ciclinas interrumpen el proceso mediante el cual se dividen y se multiplican las células del cáncer de mama y los fármacos conjugados mezclan anticuerpos con medicamentos para erradicar las partículas malignas. La administración de los tratamientos de forma directa al tumor puede reducir los efectos secundarios asociados al uso tradicional de quimioterapia, que cada vez tendrá menos peso frente a la medicina personalizada, según explica la coordinadora de la unidad de Patología Mamaria del Ramón y Cajal, Belén Pérez-Mies.
María acude al hospital cada 21 días para continuar con su nuevo tratamiento aprobado en 2022. Combina un fármaco dirigido (trastuzumab) con uno quimioterápico (deruxtecan). De esta forma, se libera la toxicidad de forma localizada para destruir las células malignas sin dañar en exceso las sanas. Guadalupe participó en 2017 en un ensayo clínico y desde entonces cuenta con una terapia dirigida en forma de pastilla oral que controla sus alteraciones moleculares (talazoparib). “Es la paciente que más años lleva con el mismo tratamiento en España”, revela Martínez-Jáñez. Parte del éxito radica en los equipos multidisciplinares, “el tratamiento no lo decide una persona, varios especialistas tienen que ponerse de acuerdo”, resalta Pérez-Mies.
Ambas pacientes se sienten unas privilegiadas por estar en la vanguardia de la medicina. Han ganado en calidad de vida y presentan menos secuelas. “Otras mujeres no tienen el mismo acceso, depende del código postal”, lamenta Guadalupe, quien señala también la falta de información: “Tú tienes un diagnóstico de cáncer no curable, pero como se te ve con tu coleta y físicamente más o menos, no les parece que seas una enferma”. Cuida mucho su estilo de vida y su alimentación. “A veces estoy agotada y no puedo con mi cuerpo, pero hago deporte con otros pacientes oncológicos y eso me ayuda mucho”, detalla.
María no tiene ningún dolor físico grave con su tratamiento actual, excepto molestias digestivas y cansancio. Recuerda mucho peor los efectos de la quimioterapia inicial antes de tener metástasis. “Doy gracias infinitas a la familia que tengo porque han sido muy fuertes en este proceso y han sabido entender que esto no termina nunca, pero que van a estar a mi lado”, dice emocionada.
La enfermedad les afecta más a las dos de forma psicológica. A María le rondan muchas preocupaciones en cada prueba por el miedo a que algo falle. “En cada ecografía miro al médico a ver qué cara pone, si levanta una ceja creo que va mal, si la baja, peor”. Mientras, Guadalupe busca fórmulas para estar tranquila: “Yo releo mi informe actual y me repito: enfermedad estable”.
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