miércoles, diciembre 11

Italia: Meloni pide ayuda a las ONG ante el fuerte aumento de las llegadas de migrantes | Internacional

La presión migratoria en Italia, que se enfrenta a un récord de llegadas y de naufragios, empieza a poner contra las cuerdas al Gobierno de Giorgia Meloni. Con más de 3.000 personas desembarcadas en 24 horas en los puertos de Lampedusa, la isla más próxima a las costas africanas, y Porto Empedocle, en el sur de Sicilia, que espera este sábado a centenares más, han quedado patentes los fallos de los sistemas de rescate y de acogida de Italia para hacer frente a la situación. La jefa del Gobierno incluso ha pedido ayuda a las ONG que operan en el Mediterráneo para atender varias emergencias, en contradicción con su propia normativa para los rescates.

Meloni prometió que la mano dura contra la inmigración, su histórico caballo de batalla electoralista, marcaría un punto de inflexión en Italia y en Europa. Pero la realidad es que diez meses después de su llegada al poder, la situación no solo no ha cambiado, sino que se ha complicado y la gestión de los flujos migratorios sigue siendo la asignatura pendiente de Roma, condicionada por una Europa a la que no acaba de avanzar el ansiado consenso de los Veintisiete.

La situación en los últimos días se está volviendo desbordante. Entre el jueves y el viernes, afluyeron a la isla de Lampedusa más de 3.000 migrantes. Es una cifra extremadamente elevada; desde hace semanas, con una meteorología favorable, los desembarcos en la isla se acercan al millar de personas diariamente.

Este aumento tan marcado en el número de personas que se hacen al mar en la ruta del Mediterráneo central está generando numerosos problemas, tanto en Lampedusa, donde el centro de primera acogida, gestionado por la Cruz Roja, rebosa a diario, como en alta mar. El alcalde de la isla, Filippo Mannino, lleva tiempo reclamando la actuación de la Unión Europea. “Europa debe prever una ley especial para abordar todas las cuestiones que afectan no solo a los derechos humanos de los migrantes, sino también a los derechos de los ciudadanos que viven permanentemente en Lampedusa”, expone.

Una portavoz de la Cruz Roja señala que “la situación está bajo control” y explica que este sábado quedarán en las instalaciones cerca de 1.000 personas, ya que se están realizando numerosos traslados a otros centros de acogida más adecuados. El de Lampedusa está pensado para que los migrantes sean identificados y pasen muy poco tiempo en él. La portavoz relata que los migrantes llegan “cansados” después de un largo periplo “que a menudo no comienza en Libia o Túnez”, sino mucho antes, y detalla que están siendo atendidos por médicos y psicólogos “que los escuchan y acompañan”.

En el mar, la situación también es crítica. Los rescatadores no dan abasto y en los últimos días se han sucedido los naufragios. En el más reciente fallecieron 41 personas cerca de Lampedusa después de que la precaria embarcación de metal en la que viajaban volcara y se hundiera tras chocar con una gran ola, según el relato de los cuatro supervivientes.

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La situación de emergencia se hizo evidente el viernes, cuando el Gobierno italiano, en un intento de frenar los desembarcos, reclamó al Astral, el barco de la ONG Open Arms que transportaba a 59 náufragos, que llevara a los migrantes a Túnez, de donde probablemente habían partido, en lugar de a Italia, alegando que podría ser un puerto seguro para ellos. Tras las protestas del Astral, el Ejecutivo concedió el desembarco en Porto Empedocle, en Sicilia. “Túnez no puede ser considerado un puerto seguro de desembarco, ya que se trata de un régimen autoritario donde no se respetan los derechos de los solicitantes de asilo. Además, en los últimos meses el Gobierno tunecino está llevando a cabo una política xenófoba contra las personas migrantes procedentes del África subsahariana, que han sido víctimas de violencia y en numerosos casos han sido detenidas y abandonadas en el desierto sin agua ni comida”, critica una portavoz de Open Arms.

El Mediterráneo central es un punto caliente estos días debido al gran número de embarcaciones de migrantes que hay en el agua, la mayoría en condiciones precarias. Por eso, el Gobierno italiano, en contradicción incluso con su propia normativa aprobada a inicios de año, lleva semanas pidiendo a los barcos de las ONG que realicen rescates múltiples, es decir, que socorran a varias embarcaciones en la misma travesía antes de dirigirse a puerto. El reglamento aprobado por Meloni, en el marco de su enfrentamiento con las ONG, estipula lo contrario: que los barcos humanitarios realicen un único rescate por misión y regresen a puerto inmediatamente después.

Sin embargo, la situación ha llegado a un punto tan crítico que el Gobierno italiano se ha visto obligado a pedir ayuda a los barcos de las ONG. El caso del Astral, que ha efectuado siete rescates, todos coordinados por la Guardia Costera italiana, y 18 intervenciones de asistencia en tres días, es una muestra. “Los guardacostas italianos no son capaces solos de responder a todas las llamadas de los barcos en dificultades. La regla del único rescate impuesta por el Gobierno es inaplicable en la práctica. El comandante de una nave y también la Guardia Costera tienen la obligación de socorrer cada vez que haya situaciones de peligro y posibles náufragos”, señala la portavoz de Open Arms. Y reclama “un mecanismo de búsqueda y rescate europeo que pueda garantizar la vida de las personas y el respeto de sus derechos”. “Por ahora, Europa continúa eligiendo la vía de los acuerdos con los Estados iliberales”, agrega.

El elevado número de llegadas está poniendo asimismo contra las cuerdas al sistema de acogida estatal, actualmente saturado y anteriormente reducido por el Gobierno ultraderechista, hasta el punto de que el Ministerio de Interior ha pedido desesperadamente a las delegaciones del Gobierno regionales que encuentren 50.000 nuevas plazas de acogida antes del 15 de septiembre.

En los primeros días de agosto han perdido la vida en el Mediterráneo central cerca de 160 personas que trataban de alcanzar las costas europeas, según la Organización Internacional de las Migraciones. En lo que va de año, han muerto más de 2.000 migrantes en esta ruta, que el organismo de Naciones Unidas califica como la travesía marítima más peligrosa del mundo, debido a la duración del viaje, que puede extenderse días y también “a los patrones de contrabando cada vez más peligrosos, las lagunas en la capacidad de búsqueda y rescate y las restricciones a la labor de salvamento de las ONG”.

Según los datos del Ministerio de Interior, desde enero han llegado a Italia a través del mar más de 96.000 personas; es más del doble que el año anterior en el mismo periodo y la cifra más alta desde 2017. La Agencia europea de fronteras, Frontex, atribuye estos aumentos tan marcados, entre otras cosas, al hecho de que las mafias que organizan los viajes desde Libia y Túnez han bajado considerablemente sus precios “en el contexto de una fuerte competencia entre grupos criminales”.

Un grupo de migrantes rescatados tras desembarcar en el puerto de Lampedusa, el 10 de agosto.ELIO DESIDERIO (EFE)

Tras el naufragio de esta semana cerca de Lampedusa, la oposición ha criticado también duramente la supuesta ineficacia del acuerdo migratorio que la Comisión Europea firmó con Túnez el pasado julio, con la mediación de Italia, y que plantea aportar fondos al país a cambio de que gestione los flujos migratorios y que Bruselas pretende convertir en modelo para otros países de origen y tránsito con el fin de frenar las llegadas.

El Partido Democrático (PD), el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y +Europa han denunciado el fracaso de este tipo de pactos. “¿Qué más necesitan Meloni y la UE para entender que, tal y como están planteados, los acuerdos con Túnez y Libia no funcionan y que la única vía son los canales regulares de entrada y una misión europea de búsqueda y socorro en el mar?”, sostiene el eurodiputado del PD y antiguo médico de Lampedusa Pietro Bartolo. Le secunda el diputado Riccardo Magi, de +Europa. “El acuerdo con Túnez es otro regalo de dinero a los regímenes dictatoriales del norte de África, a los que se da carta blanca para abandonar a los migrantes en el desierto, mientras que no tiene ningún efecto sobre los que se embarcan para venir a Italia”, dice.

Tras el dramático naufragio de Cutro (Calabria), en el que murieron al menos 94 personas a pocos metros de la playa en febrero de este año, Meloni aseguró que su Gobierno trabajaría para que algo similar no volviera a repetirse y prometió que Italia perseguiría a los traficantes de seres humanos por todo el mundo. “Estamos acostumbrados a una Italia que se ocupaba principalmente de buscar a los migrantes en el Mediterráneo; lo que este Gobierno quiere hacer es perseguir a los traficantes por todo el globo terráqueo, porque queremos acabar con el tráfico de personas”, lanzó. Meses después las llegadas están repuntando.

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